LA LECTURA: UNA AUTOPISTA
HACIA EL DESARROLLO INTELECTUAL
( ) ¿Qué es leer? ¿Para qué sirve leer? ¿Se puede enseñar a leer? ¿Se puede aprender a leer? ¿Es posible, acaso, concebir la escuela sin la lectura? ¿Es posible producir conocimiento alguno que pueda trascender prescindiendo de la lectura?
Muchos son los interrogantes que uno, sobre todo como docente, podría y debería formularse con respecto a ese término de la cotidianidad que parece no mortificar al transeúnte más desprevenido: leer. Bastaría con preguntarle a la gente en la calle si la lectura los afecta positiva o negativamente en su diario vivir, para darse cuenta del estado de indiferencia que caracteriza, en buena medida, la cultura de los países pobres frente a éste y a otros fenómenos que han marcado hitos en la historia de la humanidad. Lo cierto es que la lectura reclama, en el mundo moderno, un lugar de privilegio en el concierto del desarrollo de la ciencia y la sociedad; por eso es menester dedicarle una atención especial en el campo de la educación, pues es allí donde deben forjarse los grandes valores.
Hacia la construcción de una noción macro
No podemos seguir pensando la lectura como una simple técnica de decodificación de significados verbales, como muchos la conciben cuando se les pide una definición de dicho concepto; tampoco puede pensarse la lectura como la actividad de verbalización o sonorización fluida de los grafemas impresos en un papel, como la conciben quienes evalúan la lectura en términos de la velocidad. En primer lugar, si reconocemos en la lectura un proceso activo, dinámico, terminaremos por entender que no existe tal decodificación de significados; así lo demostraremos más adelante. En segundo lugar, la lectura no es una actividad que se realiza solamente sobre los signos verbales.
Les invito a que pasen y reflexionen